¿Nos hemos preguntado acerca del efecto que pueden tener los premios o recompensas en la vida de un niño? Algunas personas los consideran positivos, sosteniendo que despiertan la motivación y afianzan conductas positivas mientras que otros los perciben como contraproducentes y sostienen que generan dependencia, desmotivación, tensión y angustia en el niño. |
La naturaleza nos permite apreciar que en el reino animal, especialmente en los mamíferos, los premios o recompensas que el adulto otorga al menor se traducen en afecto que puede ser manifestado como caricias positivas, acercamiento físico y/o reconocimiento cada vez que éste último realiza una acción que favorece su adaptación así como su supervivencia y la del grupo. El castigo o reprensión buscan, por el contrario, erradicar un tipo de conducta que atente contra la supervivencia del individuo y/o su especie.
Para que el adulto pueda guiar y orientar al menor, éste último debe ser capaz de mostrar receptividad al afecto otorgado por la madre y/o cuidador, para lo cual existe un aspecto biológico que hace ésto posible y consiste en la generación así como segregación de oxitocina en el sistema nervioso tanto del bebé como de su madre cada vez que éstos interactuan afectivamente. La oxitocina es el neurotransmisor responsable de las conductas de empatía, apego y afecto y se segrega en el sistema nervioso a través de las caricias afectivas y físicas, liberándose en grandes cantidades al momento del parto para favorecer el vínculo materno.
Siendo el bebé receptivo a las señales afectivas de su madre, ésta última podrá ir reforzando pequeños logros, actitudes y conductas que favorecerán su sano desarrollo y maduración. Cada logro y cada aprendizaje serán reconocidos, valorados y vistos como un gran acontecimiento por el adulto, y la retroalimentación afectiva bastará para incentivar y motivar al niño.
Por esta razón, los bebés, cada vez que hacen algo, voltean la mirada hacia sus padres y evalúa el tipo de respuesta de éstos últimos. Una vez que el menor ha interiorizado las respuestas de sus padres y adquirido seguridad motora y afectiva, la dependencia o necesidad de aprobación y orientación irán disminuyendo.
Cuando un niño está aprendiendo a caminar, avanza y en la medida que se aleja se detiene a observar si los adultos siguen sus pasos. Si percibe que el adulto se alejó demasiado, da media vuelta tambaleándose y regresa a lo que considera su zona de seguridad. En otras ocasiones los pequeños, antes de tocar un objeto que no conocen, van acercando su dedito con delicadeza y a la vez observando la reacción del adulto.
Dado que los niños y niñas, desde una edad muy temprana responden positivamente al afecto, también desarrollan un sentido de servicio que exteriorizan de manera muy espontánea y natural. Casi desinteresadamente se ofrecen como voluntarios cada vez que el adulto va a realizar una actividad o tiene una necesidad y si un docente dice: “necesito traer los lápices que se quedaron en mi escritorio”, los niños y niñas inmediatamente se disputan esta tarea. Al niño le basta una pequeña retroalimentación afectiva para sentirse feliz, motivado, valorado, y apreciado.
Lamentablemente, el sentido natural de servicio así como la conducta en los niños y niñas, puede verse afectado debido al efecto contraproducente de introducir recompensas materiales a muy temprana edad. Sin ser conscientes, los padres pueden afectar el sistema motivacional de sus pequeños hijos, privándolos de la alegría y satisfacción natural de hacer muchas cosas sin recibir algo material a cambio, condicionando de esta manera su preciada voluntad. Por ejemplo, muchos padres de familia ofrecen premios materiales por: lavarse los dientes, comer, ir a dormir, ayudar a recoger la mesa, ayudar a ordenar su cuarto, pasear al perro, servir la mesa, limpiar un ambiente que ensució, ordenar los juguetes, hacer tareas, bañarse, recoger su ropa, etc.
Hay adultos que ofrecen dinero a los niños a cambio de hacer las tareas del colegio, otros ofrecen ir de viaje al extranjero si el niño aprueba un curso, también se da un intercambio de videojuegos por el deporte, etc, etc. Ni qué decir cuándo el niño va entrando a la adolescencia!!!
En primer lugar, es fundamental salvaguardar y reforzar en una primera etapa del desarrollo, la receptividad del niño a la retroalimentación afectiva (caricias afectivas y físicas, reconocimiento, etc.), evitando introducir recompensas materiales que puedan condicionar la voluntad del niño. Posteriormente y como iremos mencionando, hay maneras de formar al niño para auto motivarse.
La Formación representa la cumbre de la enseñanza, y el paso hacia la auto motivación. Lamentablemente muchas veces nos estancamos en la fase educativa!!! Por ende, no se trata de enseñar solamente algo a un niño, sino "formarlo en la importancia o trascendencia de lo aprendido, ya que la falta se sentido resta interés y motivación en el niño".
Por ejemplo, es importante explicar a un niño la importancia de mantener limpio y ordenado su cuarto así como conservar sus juguetes. Se puede partir inicialmente por lo que estas tareas significan para él y luego para su familia. Posteriormente se puede explicar cómo el cultivarse en esta disciplina ayuda también a la sociedad y al mundo. A veces puede resultar difícil explicar esto a un niño, pero es justamente esta fase formativa la que brinda sostenibilidad a la conducta del niño ya que éste último comprende el sentido y trascendencia de la misma.
Explicarle a un niño que el mantener ordenado su cuarto lo va a favorecer porque siempre podrá encontrar los juguetes en su sitio y ya no tendrá que estar buscándolos por todos lados, restándole tiempo para jugar, resulta un argumento interesante. Sería importante que el niño obtenga unos minutos adicionales de juego por haber ordenado sus juguetes, ya que ésta es una consecuencia natural de su esfuerzo. Posteriormente el argumento debe incluir el beneficio que su conducta tiene en los que lo rodean. Es fundamental ayudar al niño a fortalecer su sentido de empatía, conservando su capacidad de ponerse en el lugar de los demás. Puede explicársele que el orden de su cuarto facilitará el trabajo de la persona encargada de la limpieza de la casa, y dado que esta última ahorrará tiempo, podrá disponer de unos minuto adicionales para jugar con él. El escenario social, podría consistir en que unos juguetes conservados pueden luego servir a otros niños cuando él ya no los necesite y ello ayudará al reciclaje y la reducción de los desechos en el planeta.
Formar el Talento de un niño, es justamente ayudarlo a vincular su potencial con la sociedad y el mundo que lo rodea, característica fundamental de la propuesta educativa y formativa de la Fundación ELIC. En su libro Educación para el Talento y la Paz, la Fundación ELIC menciona: “No entendemos Talento como sinónimo de superdotación. El Talento se muestra cuando el ser humano encuentra la vía para unir su potencial con las necesidades de los demás: con la sociedad y el mundo que le rodea”. La Fundación también nos ayuda a diferenciar la Superdotación del Talento, señalando que la primera solo se refiere “a una cualidad muy superior a la media que un niño o niña puede tener en cualquier área y que destaca en manera particular”. Lo que resulta muy interesante es que “un niño puede ser superdotado y no talentoso si no tiene la posibilidad o la voluntad de querer dar un sentido de trascendencia social a dicha capacidad”.
De esta manera el Talento hace posible dar una trascendencia al potencial de cada ser humano y en el proceso de descubrimiento del mismo, el niño encontrará un sentido de realización y desarrollo de valía personal, que fortalecerá su autoestima y le permitirá “integrarse al pensamiento mundial sin perder su identidad a la vez que encuentra un sentido”.
Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco, quien escribió el libro: “el hombre en busca de sentido”, hace mención a la apatía abismal de los estudiantes de hoy y considera que este fenómeno podría tratarse de una neurosis neógena, cuyo rasgo más característico es la falta de iniciativa e interés en relación a la necesidad de la búsqueda de un sentido a la vida. En su libro señala: “Parece ser que el hombre es tan incapaz de existir en un espacio sin sentido como en un espacio sin aire”. La Fundación ELIC, a través de sus investigaciones en el campo del Talento, ha descubierto que “aquellos niños que desde pequeños aprenden a dar mayor importancia a la trascendencia, se armonizan con su medio ambiente y con el entorno con mayor naturalidad. Por ello, tienden a ser más flexibles y razonables.
Por otro lado, es importante precisar que el sistema motivacional que el adulto estructure para el niño puede estar acompañado con recompensas que sean derivaciones directas o lógicas de la acción realizada. Por ejemplo, si el niño come todos los días a las 7:00 p.m., y luego se le cuenta un cuento antes de ir a dormir como parte de su rutina diaria, es factible que se le recuerde que debe comer a su hora para que luego haya tiempo de contar el cuento, y si el niño hace una pataleta, o sigue jugando a la hora de la cena, es razonable que el padre le recuerde que si se demora no habrá tiempo para el cuento y que se tendrá que ir a dormir saltando esta actividad. Por otro lado, si como parte de su rutina el niño ve un programa educativo en la televisión después de terminar con las tareas, es natural que el padre le recuerde que debe realizar sus tareas a tiempo para que luego pueda ver su programa, etc.
Concluimos mencionando que es importante reforzar en los niños la voluntad de servicio, y a través del sentido de trascendencia de la acción, reforzar la motivación hacia la misma. Esto irá restando, de a pocos, la necesidad de una retroalimentación afectiva proveniente del entorno y el niño será capaz de auto motivarse y guiar su conducta en función del sentido y trascendencia que él le ha otorgado a una tarea o acción determinada. Al mostrarle un panorama donde su conducta influye y afecta a los demás y al mundo que lo rodea, al ayudarlo a ponerse en el lugar de los demás, fortalecemos su sentido de empatía y asertividad ya que el “encuentro de una niña o de un niño con su propio potencial y la realización de la trascendencia que dicho potencial tiene para los demás y para sí mismo constituye uno de los mayores acontecimientos de su vida, en cualquier nivel social o económico, y despierta en la niñez enormes capacidades de superación y de adaptación.
Formemos a los niños para la Tolerancia, la Verdad y la Paz, lema de nuestro próximo 8vo. Congreso Mundial para el Talento de la Niñez, en Sucre – Bolivia, 2015.
Psic. Janice Ferrand, Directora Fundación ELIC, Lima