Debemos procurar reflejar y exteriorizar una mente abierta, libre de prejuicios que se refleje en nuestra forma de hablar, en nuestro tono de voz, en nuestros gestos y expresiones.
En nuestra Misión como padres recurrimos a modelos parentales y estilos de crianza que hemos interiorizado a partir de nuestra vivencia cuando éramos niños. Al mismo tiempo hacemos un intento por conjugarlos con aquellos estilos y tendencias que van evolucionando y adaptándose a los nuevos tiempos sorprendiéndonos al descubrir que aquello que antes era apropiado en la crianza repentinamente deja de serlo para dar paso a una nueva “forma” de relación entre padres e hijos.
Sin embargo, aún en pleno siglo XXI, seguimos aplicando un modelo educativo – disciplinario que es punitivo y prejuicioso; obsoleto para estos tiempos.
La Fundación ELIC, a la vanguardia de la necesidad educativa y formativa de las niñez propone más bien una educación que “evite prejuiciar y ser punitiva” y señala que “los procesos de enseñanza-aprendizaje-formación funcionan mejor en ambientes comprensivos”.
Generar espacios comprensivos implica de parte del adulto una actitud Tolerante que le permita escuchar así como respetar las ideas y los puntos de vista de los más pequeños incluso aunque que los mismos no estén totalmente alineados a los nuestros. Desafortunadamente la posibilidad de diálogo muchas veces se ve truncada antes de haberla siquiera iniciado. Por ello debemos procurar reflejar y exteriorizar una mente abierta, libre de prejuicios que se refleje en nuestra forma de hablar, en nuestro tono de voz, en nuestros gestos y expresiones.
Podemos llegar a truncar la posibilidad de diálogo y acercamiento al dar la impresión de estar a la defensiva, de tener previamente la razón, etc. El reflejar que estamos en la razón y que nuestros hijos están equivocados despierta una brecha comunicacional en la que de partida ya hemos generado posiciones antagónicas. Actitudes cerradas, prejuiciosas, ofensivas y críticas generan actitudes defensivas en nuestros hijos así como resistencia, miedo y bloqueo ante lo que les podamos decir o aconsejar. Así lo señala la Fundación ELIC, en su libro Educación para el Talento y la Paz: “Una educación crítica y “enjuiciante” desarrolla conductas de hipocresía, escepticismo y conductas de aislamiento y agresividad.
A veces queremos utilizar el miedo en forma de amenazas, chantajes emocionales, y otros recursos para lograr un cambio de conducta en nuestros hijos. Es importante considerar que una conducta que se modifica por miedo o por represión no genera un cambio ni una transformación real en el niño y en el tiempo desencadena en conductas de rebeldía, oposición, odio y/o resentimiento. Si por otro lado logramos un cambio de conducta motivado por la recompensa que hemos ofrecido, condicionaremos la voluntad del niño a las mismas.
En cuanto a los límites, hay que recordar que si a un niño “se le imponen los límites se siente rechazado, mientras a aquel que se le explican las razones sobre los límites se siente comprendido. Un niño sin disciplina es un niño que no se siente amado”.
Para ello citamos la siguiente frase de la obra “Los Grandes Mensajes” del Dr. Serge Raynaud de la Ferrière: “Tomemos muy en cuenta que para un niño la decisión, el razonamiento, el orden de sus padres toman relativamente el valor de manantial y unidad. Si un adulto puede buscar a su alrededor pruebas y testimonios, el dominio de un niño se limita al círculo restringido de las personas que lo rodean y de todo lo que se desprende de ese círculo inmediato espera él una absoluta veracidad: por ello y por encima de todo, no engañéis a vuestros hijos […]”.
La “palabra” y “decisión” del adulto se torna así en un aspecto fundamental de la crianza y adquiere un valor de manantial en la medida en que podamos transmitir con autenticidad y veracidad, de acuerdo a la edad del niño, las razones, motivaciones e intenciones que anteceden nuestras decisiones. De esta manera podremos satisfacer “su inteligencia con explicaciones a su alcance, pero nunca falsas”. Además, nuestro hijo “reflexionará sobre lo que se le ha dicho, aún inconscientemente, y esta base le servirá de trampolín”, como lo señala el Dr. Serge Raynaud de la Ferrière, en la Cátedra de la Célula Familiar en su obra “Los Grandes Mensajes”.
El Dr. Serge Raynaud de la Ferrière propone una “educación y disciplina razonada, con el conocimiento que lo viene a coronar todo”, y por otra parte, “la obediencia dentro de la confianza, el respeto inspirado por la dignidad”. Por ello el razonamiento de los padres, sustentado en el conocimiento, permitirá no sólo que los niños “ejerciten mentalmente el pensamiento lógico, sino que lo vivencien e integren a su desarrollo emocional”.
Ello significa que en vez de imponer debemos hacer un “esfuerzo por explicarles a los niños” y hacerlo “aunque no lo entiendan todo”. Ello permite que “capten las intenciones, que se sientan considerados como seres inteligentes, que incrementen su autoestima y que se esfuercen por comprender”.
Por el contrario, si en vez de darnos el tiempo para explicarles a nuestros hijos, les imponemos las cosas, o nos mostramos faltos de tiempo, irritados o fastidiados por tener que hacer un esfuerzo para explicar las razones o fundamentos detrás de nuestras decisiones, podría suceder lo que señala la Fundación ELIC: “Tratarlos como incapaces de entender, los predispone a la inseguridad y los hace sentir desamor”. Por el contrario, “Tratarlos como si entendieran, lo predispone a la comprensión y lo llena emocionalmente”.
La disciplina es una oportunidad para educar y formar. Es fundamental transmitir al niño que nuestras acciones tienen consecuencias, ya que justamente la responsabilidad se fundamenta en formar una plataforma de pensamiento lógico. En este contexto la asertividad de parte del adulto es un factor que permite propiciar el mismo ya que “reclama la lógica entre las palabras y los actos de los adultos y la congruencia entre lo que observa y lo que vive el niño”.
Así, “la asertividad bien manejada incrementa la plataforma lógica en el niño, le da razonabilidad y, en consecuencia, una disposición natural hacia la responsabilidad”.
El ejercicio de este tipo de consideraciones con la niñez, se puede traducir también en una manera de transmitir cariño y dignidad, motivando su pensamiento, dándole una explicación lógica de las cosas, causas y consecuencias.
Si nuestro estado mental y emocional no es el óptimo al momento de iniciar un intercambio de ideas con nuestros hijos, es preferible postergarlo. Debemos tener siempre presente que nuestra intención al educar y formar a nuestros hijos, es lograr que ellos se formen un criterio propio que sustentado en los valores y principios que hayamos sido capaces de transmitir siendo ésta la base sobre la cual puedan orientar, guiar y proyectar su conducta.
Ps. Janice Ferrand Seminario
Directora - Lima
Fundación ELIC
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www.elicnet.org
Fuentes
1. Ctdra. María Nilda Cerf Arbulú, Lic. José Miguel Esborronda Andrade, Dra. María Adriana Beristain Mowbray. Educación para el Talento y la Paz (Fundación ELIC).
2. Dr. Serge Raynaud de la Ferrière. Los Grandes Mensajes (Editorial Diana).