Consideraciones macro, medio y microambientales para la optimización del diseño arquitectónico en ámbitos educativos, en función del mejoramiento del estado psicofísico de alumnos y docentes
Marzo, 2005
Arq. Horacio Cangelosi
La Ciencias Ambientales, desde una de sus más recientes disciplinas constituyentes: la Domobiótica (Medicina del Hábitat), han desarrollado una serie de parámetros con los que podemos evaluar con mayor certidumbre científica la calidad ambiental de nuestros edificios: condiciones electromagnética y geobiológica; calidad del aire; calidad del agua; temperatura y humedad; calidad de la luz y el color; calidad de los materiales de construcción, del mobiliario y de las aislaciones; calidad de los materiales de decoración; calidad acústica; calidad olfativa; calidad de las formas; entre otras.
Estos parámetros son perfectamente aplicables a la evaluación y diagnóstico de la salud de nuestros edificios escolares y centros educativos ya que, a partir de su debida atención y resolución, estaremos mejorando considerablemente el estado psicofísico de sus usuarios u ocupantes. Inmediatamente nos surgen varios interrogantes: ¿Somos conscientes de la importancia de la influencia de cada uno de ellos sobre el estado de salud de educandos y educadores, y por ende sobre sus conductas, actitudes y aptitudes, rendimiento intelectual y laboral?¿Qué tanto sabemos de ellos a la hora de diseñar, proyectar y construir o remodelar edicifios destinados a la actividad educativa?.
En busca de respuestas que ayuden a clarificar nuestra preocupación, vamos a desarrollar una serie de consideraciones macro, medio y microambientales indispensables para proveer a una mejor calidad de vida de la comunidad educativa que los habita.
Inicialmente no debemos olvidar que la función primitiva de la Arquitectura debe ser nuevamente reconocida, no sólo tomándose medidas técnicas, sino partiendo de las características biológicas que afectan al hombre y a sus necesidades; el objeto de la Arquitectura debe volver a ser armonizar la relación entre el individuo, su hábitat y la naturaleza. Se hace indispensable e impostergable crear nuevas alternativas, innovar -o acaso recuperar tecnologías que nuestros ancestros utilizaron ecoeficientemente- a los modos actuales de diseño y producción de los edificios y espacios construidos para las diversas prácticas educativas. De la definición de Arquitectura, entendida como parte de la tarea de humanizar el entorno, de habilitarlo para la actividad humana, se desprende que en sus actuaciones conlleva una transformación que ha de analizarse y encajarse dentro de un sistema general de sustentabilidad: adecuación y utilización positiva de las condiciones ambientales, mantenidas durante el proceso del proyecto, la obra y la vida del edificio y la utilización por sus habitantes.
Analicemos ahora con este sentido la situación de los edificios destinados a actividades educativas, ya que es sabido a esta altura como la relación ambiente-educando influye en su capacidad de aprendizaje, en el desarrollo de sus potenciales, de sus habilidades, en su conducta y cómo incluso puede influir modificaciones en el sistema nervioso central. Consideremos también en este análisis la relación ambiente-educador, afectado de igual manera que los educandos, y... ¿Qué tenemos entonces?.
El terreno a edificar debe ser elegido con mucho cuidado, debe ser dieléctrico, calcáreo, compuesto de rocas cristalinas, depósitos aluvionales recientes, arenas, gres u origen glacial. En cambio los suelos impermeables, carboníferos, ferrosos, compuestos de arcillas, yesos fosfáticos, son conductores de ondas nocivas y por ende hay que evitarlos. En cuanto al entorno circundante y aspectos bioclimáticos hay que priorizar un paisaje abierto y ventilado, de buen asoleamiento y en ausencia de fuentes contaminantes cercanas (eléctricas, acústicas, químicas, etc.).
El subsuelo no debe presentar anomalías como fallas geológicas, cursos de aguas subterráneos, venas metalíferas, venas de gas, napas freáticas altas, ya que amplifican la intensidad del campo electromagnético y por tanto insiden negativamente sobre la salud humana.
Se hace necesario al respecto considerar la óptica de la Geobiología, disciplina científica que estudia las interacciones entre: radiaciones terrestres, campos eléctricos y radiación electromagnética, radiactividad, radiaciones gamma, gases radiactivos como el gas radón, ondas radioeléctricas, rayos X, microondas, rayos infrarrojos, radiaciones ultravioletas, contaminación eléctrica o electromagnética artificial; su influencia en la salud y su relación con las enfermedades, afecciones y dolencias padecidas por personas, plantas y animales. La Geobiologia involucra en su investigación datos aportados por las más diversas ramas del saber actual : Medicina, Neurología, Astrofísica, Geología, Biofísica, Biomagnetismo, Bioenergética, Hidrología, etc., enfocando gran variedad de aspectos que inciden en nuestra calidad de vida, pero centrándose cada vez más hacia campos de investigación más amplios y que tocan fenómenos poco estudiados que hacen referencia a energías poco conocidas aún, pero cuyos efectos son patentes.
Hoy la Geobiología es reconocida como una Ciencia y se estudia en varias Universidades de Alemania, Francia, Rusia, Luxemburgo, Suiza, República Checa y España, entre otras. Muchos de sus postulados se abren paso en la normatividad de la Medicina y la Salud, la Construcción y la Protección al Medio Ambiente, desde ámbitos internacionales de instituciones como la OMS, pasando por agencias regulatorias como la EPA en los Estados Unidos y múltiples equivalentes en los cinco continentes.
Las radiaciones cósmicas y el campo magnético terrestre interactúan con las radiaciones provenientes del núcleo de nuestro planeta formando distintas tramas a nivel de superficie. Las más importantes son las llamadas Red de Hartmann y Red de Curry. Las venas de agua subterránea, que corren por debajo de la superficie, generan campo eléctrico por rozamiento que es proyectado sobre su vertical. Las fallas geológicas, fracturas en la conformación del terreno, y las vetas metálicas, alteran también el campo magnético en superficie. Estas tramas energéticas recién se neutralizan a más de diez mil metros de altura en la atmósfera, por lo que son afectadas tanto las viviendas de una Planta Baja como las de un piso 20. Donde estas líneas de radiación se cruzan se crean puntos geopatógenos que de acuerdo a su tipo e intensidad pueden desencadenar distintas enfermedades, como reacciones del organismo a estas alteraciones en el campo bioenergético de la Tierra.
Dentro de los factores físicos causantes de dichas alteraciones, el agua subterránea tiene un papel relevante. La energía emitida por la Tierra a través de su corteza, en su gran mayoría es equilibrada bióticamente, sin embargo el agua subterránea en movimiento quiebra ese equilibrio, lo mismo sucede con las zonas de fallas o fracturas en las rocas, produciendo en ambos casos mutaciones en la emisión de energía bióticamante equilibrada, que genera distorsiones y anomalías nocivas para los organismos vivos, conocidos científicamente con el término de Stress Geopatógeno (GS).
Pero, ¿Qué tanto sabemos al respecto del terreno en el cuál se levanta, por ejemplo, un edifico escolar que alberga a cientos o miles de niños durante largas horas diarias? ¿Qué presencia de estos eventos, potencialmente dañinos para la salud humana, han sido relevados y debidamente diagnosticados?¿Somos conscientes que los niños son un grupo de gran vulnerabilidad a estos procesos?.
Tenemos entonces una población expuesta a esas alteraciones causadas por energías microvibratorias de frecuencias imperceptibles para nuestros sentidos, y esas emisiones radioactivas ionizantes actúan directamente sobre los niveles celulares. Aparentemente todas estas personas no parecen estar grandemente afectadas, sin embargo los grandes problemas aparecen después de exposiciones de muchos años, transformándose en dolencias.
Las teorías del ingeniero Lakhovsky, pueden hacernos comprender la interrelación existente entre estas radiaciones y los referidos procesos de salud y enfermedad . Este físico demostró que nuestras células se comportan como osciladores de radiofrecuencia, que emiten y reciben "información" de otras células y de los campos de fuerza del entorno. Hallamos en el núcleo de las células una especie de filamento enrollado en espiral que hace las veces de bobina y que está además inmersa en el líquido nuclear, pudiendo medirse entre sus extremos la correspondiente resistencia y poseyendo la capacidad de comportarse como un condensador eléctrico. Teniendo en cuenta la diferencia de potencial entre el líquido citoplasmático y el núcleo, creado por el intercambio iónico, se hace presente el "oscilador de radiofrecuencia". Ahora bien, cada célula, dependiendo del sistema orgánico al que pertenezca, está vibrando o debería vibrar a frecuencias muy concretas . Podemos sospechar lo que sucede cuando nuestras células están siendo constantemente irradiadas con frecuencias no armónicas como pueden ser aquellas que están relacionadas con las corrientes telúricas, o muchas de las relacionadas con las radiaciones cósmicas, o las emanadas por los campos electromagnéticos.
En definitiva el organismo es alterado en sus funciones por estas radiaciones nocivas relacionadas con el lugar. Detengámonos a pensar entonces que la permanencia diaria, y por varios años, de estos niños y adultos que asisten a determinado edificio educativo, expuesto a puntos o zonas geopatógenas puede ocasionar perturbaciones en el sistema neuroendocrino, induciendo desde estados de stress, insomnio, jaquecas, hiperactividad, depresiones, cefaleas, irritabilidad, fatiga, ansiedad, cansancio crónico, disminución generalizada de la vitalidad, fatiga visual, estrés, trastornos del sueño, trastornos hormonales, todo tipo de reumatismos, cambios de humor, aceleración de cualquier proceso patógeno, hasta afecciones cardiovasculares, cáncer linfático, mal de Hodgkins, leucemia, esclerosis múltiple, etc., ya que obligan a la mayoría de los organismos a procesos de adaptación y a un nivel continuo de desgaste energético en el que el sistema de defensas termina por fallar.
Nuestro organismo normalmente tiene la capacidad de neutralizar los efectos de esas interferencias con ayuda de su sistema endocrino. Sin embargo, donde estamos durante mucho tiempo expuestos a estas radiaciones geopatógenas, como puede ser este lugar de estudios, irá debilitando nuestras defensas y destruyendo el sistema inmunológico, generando las enfermedades más diversas, las dolencias más graves. Es por ello que el lugar donde permanecen durante tanto tiempo niños y docentes debiera estar libre de geopatías.
Investigaciones realizadas em 1989 por la Universidad de Viena y dirigidas por el Dr.Otto Bergsmann sobre 985 personas y durante 2 años, determinó que unos pocos minutos de estar sentados sobre un punto de GS es suficiente para provocar variaciones en los niveles de serotonina, el zinc y el calcio, y muchas otras alteraciones en las funciones biológicas humanas. Así, los efectos dañinos aumentan directamente proporcionales al tiempo de exposición sobre estos sitios, y de ello se han derivado vinculaciones directas con las fallas atencionales y la dificultad de aprendizaje que experimentan varios educandos. Precisamente, una detallada investigación realizada por la Dra. Kathe Bachler sobre 3.000 casos confirma estas tendencias.
¿Podemos imaginarnos entonces el perjuicio al que están sometidos esos niños que pasan más de 4 horas diarias expuestos a condiciones semejantes? Es precisamente aquí donde el diseño arquitectónico debe adquirir mayor rigor científico y dar respuestas concretas para evitar o al menos minimizar estas condicionantes ambientales, desde la elección inicial del terreno a la ocupación del mismo con profundo criterio geobiológico. Se trata entonces de conciliar la arquitectura con las características energéticas del suelo, siendo necesario planificar el edificio escolar en armonía con las fuerzas vitales de la Tierra, y evitar la proliferación del uso de materiales que, como las armaduras metálicas de las estructuras de hormigón armado, las cañerías, o bien la presencia cercana a las aulas de cisternas, transformadores eléctricos, grupos electrógenos, etc., amplifican la capacidad nociva de los puntos de GS.
En la fase de proyectación sabemos que es muy importante atender las condiciones de asoleamiento y orientación de cada habitación, pero también es muy importante prever la disposición de muros en base al relevamiento de puntos geopatógenos. La forma y geometría de los volúmenes son muy atendibles desde el criterio de lo estético, pero también por sus efectos en el flujo portante de las ondas geopatógenas; en este caso las formas blandas en la geometría de las líneas y de las formas contribuyen a una mejor distribución de los campos energéticos.
Acerca de las estructuras, hay que proveer descargas a tierra de las armaduras y eventuales correciones de los potenciales eléctricos del suelo. Limitar también el uso del hormigón armado en las fundaciones en cuanto que impide o distorsionan el ingreso del campo eléctrico natural de vital importancia para el ser humano, en el cual las armaduras metálicas constituyen verdaderas “jaulas de Faraday” que modifican y eliminan las solicitaciones geoatmosféricas indispensables para el equilibrio orgánico, inhibiendo muy específicamente el sistema inmunológico.
La calidad del aire es un elemento de vital importancia, en donde el equilibrio de temperatura (ideal entre 18-20ºC) y humedad (por debajo de 70% y por encima de 40%) permiten mantener el estado saludable. Y es también insoslayable la provisión de iones negativos ya que en la naturaleza (en presencia de aire puro de montaña por ejemplo) podemos encontrar concentraciones de 1.500/cm3, en tanto que en una habitación contaminada descienden sólo a 50/cm3. Es importante entonces incluir, en la medida de lo posible, fuentes de agua en interiores o por lo menos en el patio, porque el agua en movimiento provoca una frecuencia benéfica ya que libera iones negativos inmediatamente disponibles. La partículas ionizantes son un factor esencial en el mantenimiento y alargamiento de la vida, sobre todo por su protagonismo en la fijación del oxígeno en la sangre.
Los iones negativos tienene un efecto revitalizante y neutralizan las moléculas contaminantes haciéndolas depositar a tierra, mientras que los iones positivos contribuyen a las sensaciones de malestar y su concentración es más alta dodne se encuentran cargas eléctricas y electroestáticas. Otra alternativa para multiplicar la ionización negativa es la disposición de plantas.
Otra consideración importante de atender es la de los materiales utilizados en la construcción ya que no deden ser contaminantes o presentar características de nocividad como la emisión de sustancias, particulados, gases o radiaciones perjudiciales a la salud humana. Por eso es tan importante -para ofeecer mayores garantías al respecto- privilegiar el uso de materiales que no tienen transformaciones súbitas en su estructura ni en su composición química. O sea, productos provenientes directamente de la naturaleza, igroscópicos, transpirantes y antiestáticos, que garanticen suficientemente la calidad de la atmósfera y la ausencia de cargas electromagnéticas en interiores. En este sentido hay que atender igualmente no anular los efectos positivos de los materiales naturales con aplicaciones de pegamentos, pinturas, entonadores o protecciones contaminantes o impermeabilizantes.
Hay materiales que pueden ser radiactivos, como el hormigón y ciertos tipos de granito, o que emanan gases tóxicos (fenoles, formaldehidos, benceno y otros), como la mayoría de las pinturas, barnices y materiales sintéticos. El asbesto o amianto es un ejemplo de material aislante, de probados efectos cancerígenos, ya prohibido en muchos países. Otros materiales filtran radiaciones naturales que nos son necesarias para nuestra buena salud. Siempre se pueden hallar materiales de reemplazo que no sean tan contaminantes, que sean en la medida de lo posible, Renovables, Reutilizables y Reciclables, así como Económicos, Ecológicos y Ergonómicos.
Los aislantes más indicados son los paneles de lana de madera, compuestos de madera y magnesita o el corcho expandido a temperaturas no muy elevadas porque en caso contrario el corcho puede producir benzopireno. La fibra de coco tiene una buena capacidad aislante y no se pudre, aunque hay que prever su tratamiento ya que es altamente inflamable. También los materiales con base de celulosa son óptimos aislantes ecológicos, pero sólo pueden ser insuflados en los pavimentos.
La madera es el material ecológico por excelencia, pero hay que evitar utilizar los aglomerados o reconstituídos obtenidos del encolameinto de chips o pedazos de madera, porque estas colas pueden liberar formaldehido, gas muy tóxico y peligroso porque puede concentrarse y perdurar por largo tiempo. Conviene tratarla con borax, aceite de lino o cera de abejas.
Acerca de las instalaciones eléctricas hay que tener una particular atención, ya que todos los aparatos cuando están encendidos producen campos magnéticos, y es necesario por lo tanto aislar los cables para abatir o debilitar los campos eléctricos y magnéticos. Es aconsejable al respecto instalar disyuntores automáticos de tensión que reducen notablemente la tensión remanente en los filamentos eléctricos, aún cuando el aparato está apagado, sustiyudendo la tensión de 220 volts por una de 9-11 volts que no crea campos eléctricos apreciables. Para evitar impedir el acceso del campo electromagnético terrestre, no hay que instalar cables en las cuatro paredes de un local, ya que crea un efecto de anillo; lo mejor es hacerlos pasar por una sóla.
Similares pautas son aplicables para las instalaciones de agua, en las que hay que evitar las de plomo y aluminio porque transfieren partículas al agua, dañinas para la salud.
En cuanto a los materiales del amoblamiento y de la decoración tenemos que privilegiar la elección de muebles de madera maciza tratados naturalmente y todo tipo de fibras naturales, y evitar en general materiales sintéticos porque atraen el polvo y se cargan electroestáticamente. En general estos materiales sintéticos ceden al ambiente partículas contaminantes en forma de sustancias volátiles fácilmente ingresables a nuestro sistema respiratorio. En este rubro los materiales termoaislantes y fonoabsorventes de baja calidad impiden la respiración del edificio, y favorecen la proliferación de microorganismos que contribuyen a la contaminación de interiores.
Consideremos inmediatamente el tema de la luz y la iluminación, desde la perspectiva de la Fotobiología. El estado actual de esta ciencia permite afirmar que la luz es biodinámica, pues afecta al sistema endocrino y a todos los sistemas biológicos. Especialmente, la ausencia de luz solar influye negativamente sobre el estado de ánimo y afecta a la capacidad del cerebro para el manejo de la información. En otoño e invierno se observa un incremento de la depresión y de las crisis de ansiedad por la escasez de luz natural, es el Trastorno Afectivo Estacional (TAE). La poderosa influencia de la luz en los neurotransmisores cerebrales modifica la atención, el humor y el comportamiento, altera la salud humana y afecta al rendimiento intelectual y laboral.
Analicemos entonces en particular los edificios escolares, con ciertos déficits de luz solar. Basta comparar los escasos 300-500 lux de intensidad de la iluminación usual, con los 10.000 lux que nos ofrece la luz natural en un día nublado, o los 150.000 lux de un mediodía radiante de verano. Ante esa carencia apelamos a la luz artificial, mayoritariamente carente de los colores del espector lumínico que nos ofrece el sol pues, por ejemplo, las lámparas incandescentes emiten una luz cálida, con dominante naranja-rojo, con ausencia total de los tonos de alta frecuencia, verde, azul y violeta, y además la iluminación incandescente derrocha el 80% de la energía eléctrica en forma de calor inútil. Por el otro lado, las lámparas fluorescentes corrientes dan una luz fría de dominante verde-azulada, y son deficientes en violeta y rojo. Además las reactancias usuales parpadean a 50 Hz, y producen contaminación electromagnética (elektrosmog), lo que induce ondas cerebrales de estrés, además de fatiga crónica y cansancio visual.
La investigaciones en Fotobiología nos demuestran que una carencia crónica de luz puede ser causa de depresión, como es el caso del Trastorno Afectivo Estacional (TAE), además de otras alteraciones de salud como insomnio, estrés, ansiedad, cefaleas, mareos, fatiga crónica, raquitismo, a las cuales precisamente estamos sometiendo a los niños y docentes en tanto no atendamos debidamente la resolución adecuada de este factor microambiental. Sabemos que la luz condiciona la agudeza visual y la percepción de los colores, y que el ciclo circadiano de la luz -noche-día- produce la estimulación de los neurotransmisores cerebrales, por lo que la luz diurna favorece la serotonina y dopamina, nos activa y estimula y así, en ausencia del estímulo luminoso, aumenta la melatonina (la hormona del sueño) y causa somnolencia matinal que influye considerablemente en la receptividad y capacidad de los educandos. Estas patologías son de mayor gravedad por supuesto en otoño-invierno, al acortarse el ciclo de luz y encerrarnos más en los edificos a causa del frío.
Una luz brillante, a partir de una intensidad de 800 a 1000 lux, nos dice que ya es de día, despierta el ánimo, y proporciona serotonina al cerebro, la hormona de la actividad y el buen humor. Pero en entornos cerrados como los edificios escolares, la iluminación es biológicamente insuficiente, muy difícilmente alcanza los 500 lux de intensidad y el cerebro de la población que alberga sigue pasivo, e induce pesimismo, cansancio y sueño.
Además, el exceso de exposición a luz eléctrica artificial tiene efectos negativos para el organismo, uno de ellos es el desequilibrio de los llamados relojes internos. Nuestro biorritmo está regulado por un reloj o cronómetro interior, que va marcando el ritmo de nuestras funciones corporales para que trabajen en armonía. Un grupo de fotobiólogos alemanes considera que la luz artificial produce desequilibrios en la sincronización de los relojes internos. Esto trae aparejado un nuevo tipo de estrés llamado tensión lumínica.
Asimismo, la falta de exposición a la luz natural o excesiva exposición a la luz artificial, genera el fenómeno de Wurtman-Neer. Este consiste en la disminución de la capacidad de absorción de calcio en los niños, ocasionando raquitismo y en los ancianos, generando osteoporosis. Se calcula que se produce una pérdida de absorción de minerales de cerca del 25% mensual. Otro riesgo es el efecto Anderson, en que la exposición a luz artificial fluorescente incrementa en un 5% la dosis semanal de rayos ultravioletas que recibe una persona y esto puede llegar a potenciar la acción cancerígena de los rayos ultravioletas.
Hay que evitar los tubos de neón y las lámparas alógenas, sobre todo si no están debidamente aislados, así como también los sistemas que necesitan trasnformadores e interruptores que regulan la intensidad de la luz, ya que generan contaminación electromagnética apreciable.
En este orden de cosas, también nos afecta a nivel neurofisiológico el color de la luz, y es evidente que los colores alegres e intensos nos motivan de manera positiva, levantando el ánimo. Sin embargo, nos encontramos en la arquitectura escolar con el abuso del blanco en interiores, o el predominio de colores serios y tristes como el gris o el beige, induciendo otros síntomas de conducta depresiva. Las investigaciones en Psicología del Color nos demuestran que el color de la luz y de los objetos afecta a nuestros reflejos, toma de decisiones y estado de ánimo, y por ello a efectos terapéuticos la iluminación y el color de nuestro entorno arquitectónico son los más influyentes, pues el colorido de techos y paredes, como el del mobiliario, permanece por muchos años e influye en una gran superficie.
Como alternativa de resolución a esta problemática hay estimular los neurotransmisores cerebrales y levantar el estado de ánimo depresivo, y lo ideal es realizar toda la iluminación interior con luz de espectro total, pues la luz de espectro total es precisa para que la mente, el sistema endocrino y el sistema inmunitario funcionen a pleno rendimiento. Se hace necesario entonces la aplicación de lámparas fluorescentes tipo fullspectrum, que producen una iluminación de color blanco puro, similar a la luz del sol, y que permiten la correcta observación de los colores. Con el uso de reactancias electrónicas que vibran a 20.000 Hz, eliminamos la fatiga visual y el estrés al evitar el parpadeo luminoso, y producen también un encendido instantáneo, sin cebadores ni condensadores, ahorran energía eléctrica, alargan la vida de los tubos y eliminan el elektrosmog.
Simultáneamente tenemos que valorar la temperatura del color de la luz, que se mide en grados Kelvin (K). Esto nos sirve específicamente para que nuestra iluminación se asemeje lo más posible a la luz del sol, que es nuestro modelo a seguir. Para comparar, la luz del Sol a mediodía tiene 5.500 K y con el cielo despejado de 10.000 a 30.000 K; como media debemos procurar que nuestra luz tenga 5.500 K. Comparando ahora con tubos fluorescentes: los warm white tienen aproximadamente 3.000K, los cool white tienen aproximadamente 4.100K, y los daylight tienen aproximadamente entre 5.000 y 6.000K.
Por todo lo antedicho, la arquitectura escolar debe incorporar con urgencia la iluminación "biodinámica" que permite que la luz artificial produzca el mismo estímulo neurofisiológico que la luz del sol. La arquitectura de la luz debe considerar por tanto el ciclo diurno y estacional, ajustando la cantidad y calidad de luz y el uso consciente del color, con criterios de cromoterapia según el uso de cada espacio. El correcto uso del color y la iluminación en nuestras escuelas y centros educativos puede incrementar hasta el 85% la energía personal, levantar el ánimo de toda la comunidad educativa, y abandonar diversos síntomas y desequilibrios en pos de una mejor condición psico-física. Con la aplicación de estas recomndaciones en las escuelas podremos observar también una mejora del clima sociolaboral, y producir un incremento hasta del 75% de la productividad, con notables beneficios en el proceso educativo.
No debemos obviar la importancia que tiene la aplicación del color en la arquitectura escolar, ya que con ella determinamos relaciones entre los colores como manifestaciones de energía y los acontecimientos psíquicos asociados a ellos. De lo cual podemos hacer adecuado uso para mantener, potenciar, debilitar, transformar o recrear actitudes y aptitudes en los niños y docentes, de acuerdo a los múltiples significados que la Psicología del Color nos refiere.
Sin lugar a dudas podríamos extendernnos mucho más acerca de múltiples consideraciones a realizar para el mejoramiento del diseño arquitectónico de los ambientes educativos, pero pensamos que es suficiente lo hasta ahora expuesto para tomar debida consciencia de la importancia que tiene aplicar todos estos conocimientos de vanguardia, y hacer posible una mayor calidad psicofísica en la experiencia que educandos y educadores tienen que transitar a diario. Entonces,... ¡ Manos a la Obra!.