Psicóloga Janice Ferrand, Sub Directora Fundación ELIC, PERÚ
¿Cómo responder ante un “cállate”, o un indiferente “sal de mi habitación”; solo por mencionar algunas expresiones de nuestros hijos, esquivando otras que lastiman más? ¿Será parte de la interacción “moderno -contemporánea” entre padres e hijos, y no debe tomarse “tan en serio”?
Es innegable el anhelo que todos tenemos de alcanzar una relación de respeto con nuestros hijos, y la alegría inmensa que ello nos genera. Sin embargo, cuando no lo logramos, podemos sentirnos decepcionados, con culpa, frustración, tristeza, impotencia, hasta ira. Y en nuestro intento por revertir esta situación, buscamos imponernos, exigir respeto, en ocasiones amenazar, castigar, confiscar juguetes, tablets, celulares, retirar el afecto y/o también emplear la ley del hielo.
La pregunta que deberíamos hacernos es si el “respeto” lo podemos exigir y/o imponer a nuestros hijos, y si al hacerlo y “aparentemente obtenerlo”, estamos frente al verdadero sentido de “respeto” que anhelamos y quisiéramos perdure para siempre. O estamos obteniendo, por el contrario, una respuesta poco sincera, y hasta de hipocresía, generada por el temor a las consecuencias, o para evitar exponerse a nuestros largos discursos y reacciones emotivas.
Pero, ¿qué pasa si al imponernos no logramos el respeto deseado? ¿Tendríamos que recurrir a métodos más drásticos aún?
Llegar a extremos verbales y/o físicos, resquebrajan toda posible relación y traen además consecuencias emocionales y psicológicas irreversibles. Tenemos que tener claro que el RESPETO no se “impone” sino se “INSPIRA”, tal como lo señala el Dr. Serge Raynaud de la Ferriere, en su obra “Los grandes mensajes”; “el respeto inspirado por la dignidad”.
Si la dignidad es la precursora del respeto, vale preguntarnos “si nos comportamos con responsabilidad, con seriedad y con respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás”, siguiendo la definición de dignidad.
¿Cómo entender la responsabilidad?
Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de responsabilidad? ¿Será cumplir únicamente con las responsabilidades económicas, educativas, de salud, etc.? Al respecto la Fundación ELIC en su libro “Educación para el Talento y la Paz”, dice que la responsabilidad se puede entender “como la mejor toma de decisión posible sobre una acción que, contando con conocimiento y análisis suficiente de las consecuencias, se hace para el beneficio y evolución de la sociedad y el entorno. Consiste en la capacidad de ver por los demás. El entorno y la sociedad son, entonces, el punto de referencia de la responsabilidad”.
Para mayor claridad veamos, a través de ejemplos simples, cómo nuestras decisiones e interacciones cotidianas pueden ir generando una disonancia entre lo que nuestros hijos esperan de nosotros y lo que en la práctica proyectamos, resquebrajando nuestra dignidad.
Alejandro, un niño de 6 años, va a un parque y se le cae el helado en una de las bancas. Su mamá le dice, “vamos rápido para que nadie se de cuenta”. Lorena, una niña de 8 años observa a su mamá bloquear con su auto a un taxista para que no pueda seguir avanzando, interrumpiendo el avance normal del tránsito en venganza porque este último se le cruzó temerariamente. Sebastián, un niño de 7 años, escucha cuando su papá le miente a su mamá cuando ella le pregunta si sacaron a los perros el tiempo que ella se les pidió, no habiéndolo hecho porque priorizaron ir al cinema. Juan Pablo, un niño de 9 años, observa cómo su mamá entra en contra en una calle para ingresar más rápido a su cochera. Julián, un niño de 10 años, ve estacionarse continuamente a su padre en el lugar de discapacitados y para justificar el hecho finge que cojea, etc.
Como se puede observar, en ninguno de los casos anteriormente citados se cumple “el tomar en cuenta a los demás”. La Fundación ELIC señala “que, para un niño, la decisión, el razonamiento, el orden de sus padres toman relativamente un valor de manantial y unidad”.Si un niño empieza a ver quebrantado ese principio de orden y unidad, en el sentido de que no mostrar coherencia entre nuestras palabras y nuestras acciones, vamos debilitando la posible constitución de una relación de RESPETO.
¿Qué entendemos por Seriedad?
¿Y a qué nos referimos cuando hablamos de “SERIEDAD” ?, ¿cómo pueden nuestros hijos evidenciar el sentido de seriedad en nosotros? Para mejor comprensión de este concepto, vamos a referirnos a un término análogo: la “asertividad”, que al igual que la seriedad, “reclama la lógica relación entre las palabras y los actos de los adultos, la congruencia entre lo que observa y lo que vive el niño”. 1
Para que se entienda mejor, y a modo de ejemplo, vamos a citar nuevamente algunos ejemplos de la vida cotidiana. Hay muchos padres de familia que sonríen cuando intentan llamar la atención o corregir a sus hijos. Citemos el caso de Ximena, una niña de 4 años, que tiene muchas dificultades en el pre escolar. No hace caso a sus profesoras y las reta constantemente. Cuando Ximena no desea realizar una actividad, empieza a correrse de las profesoras. Estas últimas la persiguen y sortean todo tipo de situaciones y peligros para lograr atraparla. Mientras Ximena corre y escapa, lo hace sonriendo, evidenciando que no es capaz de captar e interpretar la emoción de enojo en el rostro de sus profesoras. Al conversar con sus padres y verlos en interacción con Ximena, se corrobora que a estos últimos les causa simpatía la actitud de la niña y después de perseguirla y posteriormente atraparla, terminan todos riéndose con ella, a veces hasta a carcajadas.
También hemos escuchado a muchos niños y niñas expresar lo siguiente a sus padres: “No da risa”, y es que justamente muchos rompemos con el sentido de coherencia que plantea la Asertividad. Nos reímos o burlamos de aspectos que para los niños son sensibles e importantes, y si bien los adultos lo podemos ver como algo insignificante y hasta cómico, el niño lo vive y lo siente intensamente.
Tal es el caso de Octavio, un niño de 6 años, quien tuvo dificultades para bajarse el pantalón en el baño de su colegio porque su cierre se atascó y terminó mojándose los pantalones accidentalmente. Cuando en casa se habla del incidente, el padre le hace una broma y riéndose le dice: “yo no sabía que aún te hacías pipí en los pantalones”. Si bien el sentido del humor ayuda en muchas circunstancias, es fundamental saber cuándo utilizarlo y no confundirlo con la burla.
Los adultos tenemos que saber que antes de hacer uso del sentido del humor, hay algunos pasos previos que debemos cuidar. Lo primero es ser capaces de aplicar el concepto en latín “interligere” que menciona el Dr. Serge Raynaud de la Ferriere en su libro “Reajustamiento doctrinario”, y al que se refiere como “la capacidad de leer al interior del otro”. De este término surge posteriormente el concepto de inteligencia que populariza Howard Gardner cuando expone la teoría de las inteligencias múltiples.
“Interligere” es la capacidad de reconocer lo que el otro está sintiendo y la empatía es la que nos permite ponernos en su lugar. Antes de dialogar, compartir experiencias, exponer ideas, dar consejos, etc., es fundamental el haber cumplido con los dos primeros pasos y ser capaces de poner en palabras aquello que nuestro hijo puede estar sintiendo. Podremos referirnos a la experiencia de manera anecdótica siempre y cuando seamos invitados por ellos a hacerlo, o cuando las señales nos demuestren que nuestro hijo ya lo ha superado y procesado la experiencia. Sentido del humor es cuando todos están disfrutando sin perjuicio de alguno de los miembros. No es reírse a costa del sufrimiento de otro.
Si estamos junto a nuestro hijo, y sabemos que se siente molesto porque uno de sus compañeros no lo invitó a su cumpleaños, podemos expresarle: “puedo ver que te sientes muy molesto porque tu amigo no te invitó a su cumpleaños”, “¿te gustaría que conversemos?”. A esto se puede añadir, un abrazo, ofrecer compartir una experiencia nuestra similar, etc.
Los adultos solemos evadir y hasta negar situaciones para evitar hablar de nuestras emociones. Sin embargo, los niños fácilmente detectan cuando algo no anda bien, más aún si nuestra actitud no es la habitual. Una actitud “esquiva” de parte nuestra, unida a su fértil imaginación, los hace temer escenarios mucho peores a los reales, sumándose a ello, la sensación de inseguridad, temor, y un menoscabo a la posibilidad de una relación de confianza con nosotros. Y no solo estoporque “negarlas o mostrarlas incoherentemente, pueden conducir al niño a la hipocresía, la mentira o la evasión”.3
Y como el campo de las emociones es muy delicado, como bien lo señala las ELIC, si no trabajamos en nuestra capacidad para reconocerlas, difícilmente vamos a poder gestionarlas inteligentemente, y menos vamos a poder trabajar en modificar nuestro pensamiento, considerado este último como la “madre de nuestras emociones”. Si esto es así, ¿qué legado emocional vamos a dejar en nuestros hijos? Si queremos dejarles una herencia de manejo emocional sólido, el primer paso sería que podamos reconocerlas en nosotros mismos. Lo segundo seria poder hablar de ellas con un ánimo optimista, y una actitud activa en la búsqueda de soluciones, siempre dejando abierta la posibilidad de que nuestros hijos puedan opinar y brindarnos consejos.
¿Qué entendemos por respeto?
Y, por último, ¿a qué nos referimos por RESPETO?Seguro lo primero que se nos viene a la mente es el RESPETO de los hijos hacia los padres, pero pocas veces pensamos en el respeto de los padres hacia los hijos como precursor de lo primero.
Siendo imposible abarcar en este artículo todo en relación al concepto de RESPETO, vamos a dar énfasis nuevamente a la idea, muy común por cierto, de que la buena conducta puede lograrse, si no funciona por las buenas, a base de imposiciones, castigos, amenazas y hasta golpes, desconociendo el impacto que este tipo de medios tienen en la vida mental y emocional de los niños y niñas.
Una conducta que se modifica por temor, no genera un cambio ni una transformación real en el ser humano sino desencadena en conductas de rebeldía, oposición, resentimiento, sed de venganza, hipocresía, ira, etc.
Entonces el RESPETO hacia nuestros hijos nos obliga a hacer un “esfuerzo por explicarles … aunque no lo entiendan todo”. Ello permite que “capten las intenciones, que se sientan considerados como seres inteligentes, que incrementen su autoestima y que se esfuercen por comprender”5. Es conveniente también, “conversarles aquellos temas que están a su alcance, para pedirles su opinión. Nosotros como adultos los podemos persuadir de que resultará mejor otra cosa que la que él dice, pero ya entra en juego su opinión, la cual debe ser tomada en cuenta, por lo menos en la deliberación.
Si, por el contrario, en vez de darnos el tiempo para explicarles a nuestros hijos, les imponemos las cosas, no los dejamos participar de las decisiones familiares, no tomamos en cuenta sus opiniones, nos mostramos faltos de tiempo, irritados o fastidiados cada vez que cometen una falta, y no nos damos el tiempo para dialogar y exponer las razones o fundamentos detrás de nuestras decisiones, los haremos seres inseguros de si mismos y con la sensación de falta desamor. “Tratarlos como incapaces de entender, los predispone a la inseguridad y los hace sentir desamor”.7Por el contrario, “Tratarlos como si entendieran, lo predispone a la comprensión y lo llena emocionalmente”.
Entonces debemos, como señala el Dr. Serge Raynaud de la Ferriere, cuando nos habla de la célula familiar, “satisfacer su inteligencia con explicaciones a su alcance, pero nunca falsas”. “Reducir una explicación no es disfrazar la verdad y al poder simplificar los hechos tenemos el deber de conservarlos en su realidad”. Ello además impacta en la vida afectiva – emocional de los niños y niñas ya que si a un niño “se le imponen los límites se siente rechazado, mientras a aquel que se le explican las razones sobre los límites se siente comprendido. Un niño sin disciplina es un niño que no se siente amado”.
Bibliografía
1, 2, 3, 5, 7, 8, 9, 10 CERF ARBULÚ, María Nilda. ESBORRONDA ANDRADE, José Miguel. BERISTAIN MOWBRAY, María Adriana. (2007) Educaciónpara el Talento y la Paz.
6. FERRIZ, David (1975). Paramitas I